«Volver a empezar»

Durante la tempestad pandémica, los delegados sindicales no podíamos acceder a los centros para informar y atender a nuestros compañeros. Este curso hemos recuperado casi la normalidad y ya podemos visitar los institutos de nuestras respectivas provincias. Aunque nunca perdimos el contacto con asociados y simpatizantes, la recuperación del contacto presencial nos ha permitido tomar el pulso de la “nueva” vieja realidad educativa.

Nos estamos encontrando un aluvión de problemas (incumplimiento de distancia covid en clases saturadas, resultados académicos anómalos, horarios con “huecos”, “puntas” y  un sinfín de guardias, llamamientos SIPRI, etc); de dudas razonables (jubilaciones, mutualidades, minoración de derechos en licencias y permisos, etc.); de quejas sobre antiguas cuestiones (pérdida de unidades en la pública, cupos, equiparación salarial con el resto de comunidades, tasas de reposición, renovación del Estatuto Docente, etc); así como muchas incertidumbres sobre nuevas cuestiones (implantación homogénea de la LOMLOE –cuando ya se anuncia con “alegría” un nuevo currículum-, implantación heterogénea del control de presencia (Vide “Control 24/7”), disparidad de calendarios escolares e incorporación “flexible” a las aulas, con los consecuentes agravios comparativos entre centros, localidades y provincias, etc).

Sigue habiendo “reajustes” de plantillas (pese a que la Administración se jacte de la mayor contratación de la historia – gracias a los refuerzos covid, este año la mitad) y demasiado porcentaje de interinidad. Sigue habiendo “ajustes” presupuestarios (pese a que la Administración se jacte de la mayor inversión de la historia – gracias a los fondos europeos). Sigue habiendo directivas despóticas, que se arrogan los poderes que les confiere el Decreto 327 para imponer su autoridad, despreciando la soberanía del profesorado y socavando los cimientos de la  democracia o el diálogo en los centros, casi extintos. Sigue habiendo actuaciones arbitrarias de la inspección, homologadas o no, dispares e inoportunas por extemporáneas y por no estar sujetas a un plan establecido (lo hay en papel, pero muchos inspectores/as hacen de su capa un sayo).

Pero sin duda alguna, el “trending topic” es el esperpéntico Cuaderno de Séneca y sus nuevas funcionalidades, que son ya patéticas desde su tardía implementación el 20 de septiembre, una vez empezado el curso –por cierto, la funcionalidad en la app aún está deshabilitada a estas alturas. La dichosa evaluación por “incompetencias” es una cuestión mal planteada, peor planificada y pésimamente aplicada. No ha sido una implantación progresiva ni homogénea, ni en las distintas etapas ni en los distintos centros. ¿Resultado? En la mayoría de los institutos, algunos  avezados saben algo, pero en el fondo nadie sabe nada, y menos aún ahora, tras las novedades producto del cambio legislativo. Hasta ahora, el desconocido Cuaderno era ágil, pero se ha vuelto complejo y se ha convertido en un problema. Pienso que, como cualquier herramienta, debería simplificar el trabajo de los usuarios. Pero no es ésta la mayor traba, el gran inconveniente estriba en la información a alumnado y padres/ madres sobre la evolución académica. El profesorado vuelve a plataformas como Additio o Idoceo, o al cuadernillo a mano de toda la vida, que facilitan su labor. Si Séneca resucitara, volvería a suicidarse ante tanta mediocridad.

Ignacio José García García