En el siglo XI, la desintegración del Califato de Córdoba produjo una constelación de estados independientes, los llamados “reinos de taifas” (expresión que significa “banderías”), que debían más a los intereses particulares e ínfulas de sus mandatarios, que a una realidad político-social concreta. Debido a la competencia establecida en todos los sentidos y a las luchas por el poder, los reinos de taifas sufrieron un progresivo debilitamiento provocado por la división. Los más débiles fueron desapareciendo y fueron anexionados a los más poderosos, eso sí, todos sumisos a los dirigentes cristianos, a los que entregaban unos tributos llamados parias.
Mil años más tarde, en pleno s. XXI, la creciente (por no decir casi total) autonomía de los centros de enseñanza está degenerando en un mosaico de taifas o banderías educativas cada vez más independientes del Califato de Torretriana. La sucesiva centrifugación del poder central está provocando una progresiva descentralización que derivará en una irremediable fragmentación. Los centros ya compiten entre sí para recibir las dádivas de los dirigentes europeos, a los que rinden tributo y se muestran sumisos. Muchas directivas confunden autonomía con autarquía ya que, producto de la desbocada soberbia de sus egos, generan claustros fuertemente controlados y supeditados a sus proyectos de poder político, estableciendo un férreo control sobre la comunicación e interacción de sus miembros, limitando la creatividad de los más avezados y despreciando la inteligencia colectiva de los docentes, los nuevos parias del sistema. A esta división interna se añade la presión externa de la pujanza de los reinos cristianos concertados, más boyantes en cuanto a población y que atacan separadamente en cada zona.
En estos tiempos, como entonces, los reinos de taifas más débiles han ido clausurando y/o se han ido fusionando por integración con los más poderosos, claudicando todos ante el avance paulatino de los reinos concertados, casi incontenible, por la gracia del Supremo. Si nadie lo remedia en Al-Ándalus, el otrora esplendor científico, cultural y artístico se disolverá y quedará sometido a futuras capitulaciones.
Ignacio José García García