Editoral: «Las asignaturas y los ámbitos…»

La LOMLOE ha hecho una clara apuesta por la enseñanza a través de los “ámbitos”. Según esto, nuestros jóvenes ya no estudiarán Lengua, Matemáticas, Historia, Inglés o Biología, sino el Ámbito socio-lingüístico, el Ámbito científico-tecnológico, etc. Los profesores de Secundaria rechazan mayoritariamente esta distribución de las asignaturas; los políticos y “expertos en educación” están encantados.

Algunos dicen que los profesores estamos anticuados y que no queremos actualizarnos. Eso dicen… Sin embargo, la distribución del conocimiento en asignaturas impartidas por especialistas en cada una de ellas permite la transmisión del saber a los estudiantes por aquellos que mejor las conocen y aman. Incluso etapas educativas iniciales como Primaria tienen –cada vez menos, eso sí– profesores especialistas –Música, Inglés, Educación Física…– a los que no pueden evitar. Todavía nos tienen que explicar por qué se ha producido la paulatina desaparición de los especialistas en Primaria a favor de los generalistas. No sé si hay un desprecio al saber especializado o una ingenua creencia de que no hace falta saber mucho de una materia para poder transmitirla apropiadamente.

Por otro lado, lo específico de la Educación Secundaria es la especialización. No se trata de profesores que imparten Matemáticas, Lengua o Física y Química; son matemáticos, filólogos y físicos o químicos que han elegido la docencia como profesión. El matiz es importante y aquí hay una guerra larvada entre especialistas y pedagogos. Algunos defendemos que quien mejor puede enseñar matemáticas es un matemático, que, gracias a un profundo conocimiento de la materia que imparte, es capaz de transmitirla adecuadamente. Otros afirman que sería mejor que “expertos en educación” explicaran cada una de las materias. No voy a argumentar demasiado sobre las dificultades que hay en este segundo modelo, pero no me resisto a destacar la pervivencia del primer modelo a lo largo de décadas –mejor dicho, siglos– en las que filósofos, músicos, hombres y mujeres de ciencias y letras han aprendido y puesto en práctica, con mayor o menor esfuerzo, las técnicas de una enseñanza efectiva a pesar de no ser “expertos en educación”.

Ahora quieren hacernos creer que no hay que saber mucho de la materia, sino mucho de pedagogía. En esa dirección camina esta moda de agrupar en ámbitos los conocimientos. A nosotros no nos convencen: quienes reniegan del saber especializado terminarán enseñando cuatro generalidades; eso sí, esta mínima formación será suficiente para masas de trabajadores con los conocimientos justos para realizar su labor, pero sin capacidad para comprender nuestra historia, el funcionamiento del mundo, la sociedad en la que viven y por qué en las escuelas de los ricos se enseñan más cosas –y más interesantes– que en la escuela pública.

Pregúntense dónde envían los políticos y “expertos en educación” a sus hijos.